Estoy en el bosque, el
olor a eucalipto inunda mis pulmones, hay luna llena en el cielo y misteriosas
sombras entre los árboles, se escucha a lo lejos un aullido, parece provenir
del lobo gris, corro y corro hasta la cima pero no lo encuentro, no está, ha
desaparecido, pero otro aullido vuelve a sonar a lo lejos, vuelvo a correr
colina abajo y de pronto aparece el señor Rodiles mirándome de esa forma tan inquietante,
le hablo pero ningún sonido atraviesa mis labios, otro aullido, pero este es
diferente, no es el lobo gris, se perfectamente a quien pertenece este aullido tan
agresivo e intimidante, corro, el lobo gris está en peligro, he de salvarle,
justo cuando llego al descampado frente a mi casa un aullido desgarrador
atraviesa mi cuerpo, proviene de la
garganta de mi querido lobo gris, intento correr pero el señor Rodiles no me
deja pasar, empieza a hablarme pero no le escucho y de pronto a lo lejos los
veo, varios lobos blancos y uno gris, mi lobo gris aunque su pelaje esta
ensangrentado, las lagrimas recorren mi rostros y él apenas se tiene en pie,
está a punto de desplomarse…
-¡NOOOOOOO!
Maiara ya no dormía en
mi habitación, mis continuas pesadillas nocturnas y mis gritos desgarradores en
mitad de la noche le habían hecho elegir irse a la habitación de Elisa, ya me
habían dicho todos que mis gritos se oían por toda la casa pero supongo que no
es lo mismo que te griten en el oído.
Mi familia al completo
ya llevaba alojada en mi casa poco más de una semana y el despertarse un día
entre semana, a pesar de las pesadillas, era lo más parecido a silencio y paz
que se experimentaba en mi casa estos días. Era temprano pero ya no me merecía
la pena volverme a dormir para tener otra pesadilla similar, me levanté, me fui
al baño y me duche quedándome unos minutos bajo el agua caliente con los ojos
cerrados, intentaba olvidarme de esa pesadilla que había interrumpido mi sueño,
en realidad, quería olvidarme de todas las que había tenido desde mi
cumpleaños. Bajé a la cocina, cogí un par de manzanas y caminé por la cocina
dando vueltas, no sabía que debía hacer pero sabía perfectamente lo que quería,
cerré los ojos y caminé hacia el bosque, estaba amaneciendo y los primeros
rayos de sol atravesaban las copas de los arboles, sabía que no iba a encontrar
nada y mucho menos al lobo pero aún así necesitaba internarme en el bosque ya
que, a pesar de ser el marco de todas mis pesadillas, en el me sentía segura.
Una vez ya me
encontraba completamente rodeada por los árboles me tumbé sobre una gran roca
plana, cerré los ojos, estaba a punto de quedarme dormida cuando una
respiración me sacó de mi relajación, abrí los ojos y vi a un lobo, no era el
lobo que esperaba encontrar, ni tampoco los blancos que aparecían en mis sueños,
era distinto, era marrón oscuro, del mismo color que el barro. Al principio me
asusté, estaba muy cerca y no me lo esperaba, me olía los pies y cuando lo vi
me levanté sobresaltada, él se asustó y se alejó un poco, bajé de la roca y él
se acercó con una extraña confianza, como si ya me conociera y esa sensación me
encantó, me agache para acariciarle y él lo aceptó de buen agrado ¿los lobos
actuaban así con todas las personas o solo lo hacían conmigo? Según lo que
había leído, visto y escuchado no era así, no estaba en el instinto de los
lobos el ser cariñosos ni sociables con las personas y a mí me alegraba que
conmigo no se cumpliese esta regla, me gustaba demasiado estar con ellos,
bueno, con algunos, otros no parecieron estar tan receptivos hacía ya 5 años en
la Sierra, ellos no eran como estos, estos eran especiales y eso se veía en su
forma de mirarme.
-¿Tú eres amigo del
lobo gris? – él giró la cabeza al escuchar mi voz y ligeramente la movió en lo
que pareció una respuesta afirmativa - ¿Crees que él querría volver a verme,
bonito? – Él volvió a hacer el mismo movimiento con la cabeza - ¿A esta hora,
mañana? – volvió a hacer el mismo gesto y me lamió la mano.
Sabía que no era real,
que no iba a aparecer por mucho que se lo hubiese pedido a un lobo de su manada
pues por mucho que me gustase la idea de que me pudiesen entender era algo
completamente descabellado, de todas formas, una sonrisa se me dibujo en la
cara al imaginarme hablando con un gran grupo de lobos y luego a solas con el
precioso lobo gris.
Ring…Ring…Ring…
-¡Oh, mierda mi
madre…! – Descolgué el teléfono y me levanté rápido - ¿sí? ¡Ah! Hola, mamá… he
tenido otra pesadilla y ya no me quería volver a dormir así que he desayunado y
me he ido temprano al instituto… Si… seguro, he… decidido ir andando… como
tenía tiempo pues me pareció buena idea… ¿en el bosque? ¿Sola? Mamá, que no…
que ya no voy al bosque… - el lobo hizo un ruido que a mí me pareció una risa –
eh… ¿eso? Son unos chicos que acaban de pasar a mi lado… bueno, mamá ¿ya estas
tranquila? Vale… bueno… adiós… te quiero. – Colgué el teléfono y mire extrañada
al lobo, ese sonido no había sido un gruñido o aullido, ni siquiera había
parecido un sonido lobuno, este se tensó y se fue corriendo. Esperé a ver si volvía pero no lo hizo, ya no
me quedaba más remedio que salir de allí e ir al instituto o llegaría tarde y
mi madre se enteraría de que la había mentido y eso seguro que no traería
buenas consecuencias, al menos para mí.
-¡Ey, Ana! – Me giré y
vi que Dani se acercaba con su casco en la mano – He pasado por tu casa y tu
madre me ha dicho que habías venido temprano – se acercó y me dio un ligero beso
en los labios - ¿qué te ha pasado?
-Nada, otra pesadilla
y ya no quería volver a dormirme entonces… - no sabía si decírselo a Dani o no,
cerré los ojos, respire profundamente – me fui al bosque – volví a abrir los
ojos, Dani me miraba disgustado - ¡Dani! No me mires así, necesitaba despejarme
y relajarme y el bosque lo consigue, ya lo sabes…
-¡Pero sabes que es muy
peligroso! Hay animales salvajes, lobos,…
-Ya pero ellos no son
peligrosos, no para mí, a ellos les caigo bien, pensé que solo era con el lobo
gris pero creo que son todos los de esta tierra… - hablar de lobos me sacaba
una enorme sonrisa, Dani carraspeó – Ojalá algún día puedas estar presente
cuando me encuentre con ellos… te darías cuenta de que ellos no son peligrosos…
-¿Ellos? ¿Has visto a
más de un lobo?
-Sí, hoy mismo he
estado con un lobo marrón…
-¿¡Qué!? – me
interrumpió – Estas completamente loca, ¡los lobos no son buenos, no son
personas, atacan a las personas, no puedes estar segura con ellos!! – estaba
muy enfadado y se fue.
-¡MIERDA! – ya la
había fastidiado otra vez, con Dani no se puede hablar de lobos, debería
saberlo…
-¡Ana! – era Raquel,
ella en cambio si me escuchaba y con ella podía hablar de lobos.
-Hola… ¿qué tal? –
dije bastante desganada, ya no tenía ganas de hablar con nadie.
-Eso debería
preguntártelo yo ¿no? – Dijo mirándome a los ojos - ¿Qué te pasa?
-Dani… eso me pasa… y
los lobos también me pasan… Raquel el día de mi cumpleaños volví a ver al lobo
y hoy he visto a otro que también me ha tratado bien, se lo he dicho a Dani y
se ha puesto hecho una fiera… no me entiende… ¿a caso tengo yo la culpa de que
me gusten los lobos y que yo a ellos también? O que…
-¡Ana, Ana, Ana…! Otra
vez te estás obsesionando y estas dejando a Dani en segundo plano, es eso lo
que le molesta, no que vayas al bosque, lo que le molesta es que no vayas con
él… los lobos son animales, no van a estar ahí cuando estés mal… tienes que
cuidar lo que tienes con Dani…
-Pero… - ella también
se estaba enfadando así que decidí que era hora de cambiar de tema - ¿Qué tal
llevas la exposición de CMC?
La exposición no me
había salido nada bien, mi mente estaba dándole vueltas a la discusión con Dani
y a lo que me había dicho Raquel, que como siempre tenía razón, desde mi
cumpleaños apenas había quedado con Dani, a demás, el sueño había hecho acto de
presencia después de todo y no había sido capaz de expresarme con claridad. Al
terminar la clase fui a hablar con mi tutora y la dije que no había dormido en
toda la noche y que sí me podía ir a casa, ella ya me conocía así que me dejo,
pensaba irme a casa directamente pero me vinieron a la cabeza las palabras que
me había dicho Raquel así que cambié el rumbo de mis pasos hacia la clase de
segundo de bachillerato, el profesor aún no había entrado, lo que agradecí
mucho ya que no me apetecía mentir a nadie más.
-¡Dani! – Grité desde
la puerta, él me miró - ¿Puedes salir un minuto? – no dijo nada pero vino hacia
la puerta - ¿quieres hacer una locura conmigo? – Puso una cara de no entender
nada que tuve que explicárselo - ¿Te escapas conmigo el resto del día?
-Eh… Ana… ¿estás bien?
– dijo preocupado.
-¡Claro! ¿Es tan raro
que quiera pasar el resto del día con mi novio? – dije sonriéndole y
pestañeando más de lo que mis ojos necesitaban. – Decídete rápido que Ernesto
está a punto de llegar.
-¡Si, claro! – corrió
a recoger sus cosas y salió corriendo agarrándome de la mano con la mano que
llevaba libre.
Me llevó a la playa en
la que estuvimos la noche antes de mi cumpleaños, hacía un día especialmente
soleado para ser un día de otoño, me quité la sudadera, la extendí en la arena,
me tumbé e invité a Dani a que lo hiciese a mi lado.
-Lo siento… - le dije
al oído – sé que he estado ausente desde mi cumpleaños…
-No pasa nada, ya te
has dado cuenta, está todo bien… - me sonrió y me empezó a besar, un beso lento
y largo, muy largo, mi mano recorrió su espalda, necesitaba compensarle por
haberle tratado tan mal, su mano se perdió en mi cabello…
-Ejem… - una voz
familiar carraspeó cerca, demasiado cerca. Nos separamos lentamente y yo evité
abrir los ojos tanto como me fue posible - ¿Vosotros no deberíais estar en
clase? – Preguntó Javi con una sonrisa como si se regodease.
-Si… bueno, pero
teníamos algo pendiente… -dije sintiendo como toda mi elevada temperatura
corporal se concentraba en mi cara.
-¿Algo pendiente? ¿En
serio? ¿Aquí? ¿En medio de la playa a pleno día? – dijo con sorpresa y cierta disconformidad.
-¿Qué? ¡No, Javi, no
es lo que estas pensando! – dije avergonzada.
-Ya, claro,… que me sé
cómo funcionan estas cosas eh, que yo a tu edad también me escapaba de clase
con mis amiguitas para resolver asuntos pendientes… - ahora se estaba riendo –
pero era más discreto, eso seguro…
Rechisté unas cuantas
veces pero no fui capaz de convencerle, Javi era así, era imposible convencerle
de nada que no se creyese a la primera, tampoco nos dejó tiempo para solucionar,
o al menos hablar el tema del bosque y de lo importante que era para mí,
Coraline y Javi se acomodaron con nosotros y prometieron no decir nada a mis
padres.
-Ya te vale, Javi… me
has interrumpido una conversación importante con Dani…- dije cuando él cerró la
puerta del coche.
-Si, si… conversación
importante… ¿ahora lo llamáis así? – dijo entre risas – pues que sepas que me
alegro
-¡No tienes ni idea!
Habíamos discutido por la mañana y estábamos haciendo las paces, pero necesitábamos
hablar sobre lo que había pasado por la mañana, pero no nos has dado tiempo
gracias a ti, hermanito… - dije sin entender como era tan difícil para él creer
que no había ido a la playa con la intención de acostarme con él.
-Bueno… Ana, no te pongas
así, que me da igual lo que hagas o dejes de hacer con tu novio… - dijo
riéndose pero captando a la perfección la intención de mi voz.
-Así tiene que ser… o
acaso yo te pregunto sobre tu vida sexual con Coraline, de todas formas si te
quedas más tranquilo, no, no me he acostado todavía con nadie y hoy no iba ser
el día, eso te lo puedo asegurar, con Dani… es difícil… - dije más bien
pensándolo que afirmándolo.
-Voy a ser papá –
soltó Javi de repente sacándome de mis pensamientos en voz alta.
-¿qué? – Pregunté para
comprobar que lo que había escuchado era cierto - ¿vas a ser papá? – Javi
asintió mirándome por el espejo retrovisor, estaba radiante de felicidad -
¿alguien lo sabe?
-No, eres la primera,
nos enteramos unos días antes de venir… Nunca pensé que me haría tan feliz la
idea de ser padre, especialmente por el ejemplo que hemos tenido de padre,
quiero que mi hijo tenga un único hogar toda su vida, con una familia que lo
quiera,… - él miraba a la carretera pero a través del espejo retrovisor podía ver
en sus ojos el orgullo que sentía al imaginarse siendo padre, formando un hogar
de verdad, con sus adornos, marcas de altura, todo con lo que había soñado
tener él.
-Felicidades a los dos
– miré a Coraline que no sabía de que hablábamos, la toqué el brazo y añadí – Félicitations pour
la grossesse* – con el mejor
francés que me salió, habíamos vivido en una ciudad francesa de Canadá durante
algo más de un año y ya casi no me acordaba de nada pero quería darle yo misma
la enhorabuena, sin traductores. Ella se giró y me dio las gracias con una
bonita sonrisa en la cara.
Ya era tarde, pero no
me quería dormir, sabía que en cuanto lo hiciese las pesadillas invadirían mis
sueños y no tenía ganas de volver a pasar por eso, salí al jardín, no tenía
intención de internarme en el bosque, simplemente me senté en una roca justo delante de la primera hilera de árboles
que bordeaban mi casa, había luna llena y perdí la noción del tiempo observando
cómo su blanca luz se colaba entre las ramas de los árboles.
-Hace una noche
preciosa ¿verdad? – me giré sobresaltada, vi que era Miguel y asentí -¿No
puedes dormir?
-Podría… pero no
quiero… -dije volviendo la vista al bosque – No quiero tener pesadillas, hoy no
me apetece…
-Es preciosa esta
casa… – agradecí que cambiase de tema y no me hiciese preguntas que no quería
responder acerca de mis pesadillas – y este lugar… Me recuerda a mi primera
casa…
-¿Tu primera casa?-
pregunté muy sorprendida mirándole esperando encontrar la respuesta en sus
ojos - ¿Has vivido antes cerca de un
bosque? – el asintió con una sonrisa – Pero… si tú naciste en Milán…
-Sí, pero nací allí
por error, me adelanté más de un mes, mamá y papá eran muy jóvenes cuando se
quedaron embarazados de mi, era otra época y la familia de mamá se enfadaron
mucho con ellos y se fueron a vivir a Milán dejándoles solos en España, papá
tenía una casa enorme que sus padres le habían dejado de herencia y se mudaron
allí. – Estaba completamente metida en la historia, quería saber más – Unos
meses después mamá volvió a retomar el contacto y nuestros abuelos les
regalaron un viaje a su casa para hacer las paces y fue en ese viaje cuando me
adelanté y nací allí, tuve que estar un mes en la incubadora pero después mamá,
papá y yo volvimos a España, - me miró paternalmente y sonrió – a un lugar muy
parecido a este – volvió la mirada al bosque – nos mudamos cuando yo tenía 6
años y Andrés nació dos semanas después de que llegásemos a Florida, nuestro
nuevo hogar…
-¿Cómo era? – Dije sin
apartar la mirada de él – La primera casa.
-Había un bosque como
éste y recuerdo que papá me contaba cuentos sobre el bosque y su magia…
-parecía añorar eso – luego nos mudamos a Florida y no paramos de ir de una
ciudad a otra… - me miró triste.
-¿Papá te contaba
cuentos? – eso sí que me sorprendía – Creí que mamá era la que contaba los
cuentos, por lo menos a nosotras solo nos contaba cuentos mamá…
-Ya… es que papá dejo
de contar cuentos cuando empezamos a mudarnos… el bosque le inspiraba, creo –
dijo sonriéndole a los árboles – Todos los cuentos hablaban del bosque que
rodeaba nuestra casa… papá se pasaba el día y algunas noches en el bosque con
sus amigos, en todos los cuentos existía la magia….
-Espera, has dicho
¿amigos? ¿Papá tenía amigos? – Miré al bosque – Me hubiese gustado conocer a
papá así… sin ser tan solitario – Nos quedamos en silencio, apoyé mi cabeza en
el hombro de Miguel y los dos nos quedamos mirando las sombras que creaba la
luna en el bosque. -¿Algún día me contarás alguno de esos cuentos que te
contaba papá?
-Algún día…*Felicidades por el embarazo.