martes, 8 de enero de 2013

4- Hermanos mayores


Estoy en el bosque, el olor a eucalipto inunda mis pulmones, hay luna llena en el cielo y misteriosas sombras entre los árboles, se escucha a lo lejos un aullido, parece provenir del lobo gris, corro y corro hasta la cima pero no lo encuentro, no está, ha desaparecido, pero otro aullido vuelve a sonar a lo lejos, vuelvo a correr colina abajo y de pronto aparece el señor Rodiles mirándome de esa forma tan inquietante, le hablo pero ningún sonido atraviesa mis labios, otro aullido, pero este es diferente, no es el lobo gris, se perfectamente a quien pertenece este aullido tan agresivo e intimidante, corro, el lobo gris está en peligro, he de salvarle, justo cuando llego al descampado frente a mi casa un aullido desgarrador atraviesa mi cuerpo,  proviene de la garganta de mi querido lobo gris, intento correr pero el señor Rodiles no me deja pasar, empieza a hablarme pero no le escucho y de pronto a lo lejos los veo, varios lobos blancos y uno gris, mi lobo gris aunque su pelaje esta ensangrentado, las lagrimas recorren mi rostros y él apenas se tiene en pie, está a punto de desplomarse…
-¡NOOOOOOO!

Maiara ya no dormía en mi habitación, mis continuas pesadillas nocturnas y mis gritos desgarradores en mitad de la noche le habían hecho elegir irse a la habitación de Elisa, ya me habían dicho todos que mis gritos se oían por toda la casa pero supongo que no es lo mismo que te griten en el oído.

Mi familia al completo ya llevaba alojada en mi casa poco más de una semana y el despertarse un día entre semana, a pesar de las pesadillas, era lo más parecido a silencio y paz que se experimentaba en mi casa estos días. Era temprano pero ya no me merecía la pena volverme a dormir para tener otra pesadilla similar, me levanté, me fui al baño y me duche quedándome unos minutos bajo el agua caliente con los ojos cerrados, intentaba olvidarme de esa pesadilla que había interrumpido mi sueño, en realidad, quería olvidarme de todas las que había tenido desde mi cumpleaños. Bajé a la cocina, cogí un par de manzanas y caminé por la cocina dando vueltas, no sabía que debía hacer pero sabía perfectamente lo que quería, cerré los ojos y caminé hacia el bosque, estaba amaneciendo y los primeros rayos de sol atravesaban las copas de los arboles, sabía que no iba a encontrar nada y mucho menos al lobo pero aún así necesitaba internarme en el bosque ya que, a pesar de ser el marco de todas mis pesadillas, en el me sentía segura.
Una vez ya me encontraba completamente rodeada por los árboles me tumbé sobre una gran roca plana, cerré los ojos, estaba a punto de quedarme dormida cuando una respiración me sacó de mi relajación, abrí los ojos y vi a un lobo, no era el lobo que esperaba encontrar, ni tampoco los blancos que aparecían en mis sueños, era distinto, era marrón oscuro, del mismo color que el barro. Al principio me asusté, estaba muy cerca y no me lo esperaba, me olía los pies y cuando lo vi me levanté sobresaltada, él se asustó y se alejó un poco, bajé de la roca y él se acercó con una extraña confianza, como si ya me conociera y esa sensación me encantó, me agache para acariciarle y él lo aceptó de buen agrado ¿los lobos actuaban así con todas las personas o solo lo hacían conmigo? Según lo que había leído, visto y escuchado no era así, no estaba en el instinto de los lobos el ser cariñosos ni sociables con las personas y a mí me alegraba que conmigo no se cumpliese esta regla, me gustaba demasiado estar con ellos, bueno, con algunos, otros no parecieron estar tan receptivos hacía ya 5 años en la Sierra, ellos no eran como estos, estos eran especiales y eso se veía en su forma de mirarme.
-¿Tú eres amigo del lobo gris? – él giró la cabeza al escuchar mi voz y ligeramente la movió en lo que pareció una respuesta afirmativa - ¿Crees que él querría volver a verme, bonito? – Él volvió a hacer el mismo movimiento con la cabeza - ¿A esta hora, mañana? – volvió a hacer el mismo gesto y me lamió la mano.
Sabía que no era real, que no iba a aparecer por mucho que se lo hubiese pedido a un lobo de su manada pues por mucho que me gustase la idea de que me pudiesen entender era algo completamente descabellado, de todas formas, una sonrisa se me dibujo en la cara al imaginarme hablando con un gran grupo de lobos y luego a solas con el precioso lobo gris.
Ring…Ring…Ring…
-¡Oh, mierda mi madre…! – Descolgué el teléfono y me levanté rápido - ¿sí? ¡Ah! Hola, mamá… he tenido otra pesadilla y ya no me quería volver a dormir así que he desayunado y me he ido temprano al instituto… Si… seguro, he… decidido ir andando… como tenía tiempo pues me pareció buena idea… ¿en el bosque? ¿Sola? Mamá, que no… que ya no voy al bosque… - el lobo hizo un ruido que a mí me pareció una risa – eh… ¿eso? Son unos chicos que acaban de pasar a mi lado… bueno, mamá ¿ya estas tranquila? Vale… bueno… adiós… te quiero. – Colgué el teléfono y mire extrañada al lobo, ese sonido no había sido un gruñido o aullido, ni siquiera había parecido un sonido lobuno, este se tensó y se fue corriendo.  Esperé a ver si volvía pero no lo hizo, ya no me quedaba más remedio que salir de allí e ir al instituto o llegaría tarde y mi madre se enteraría de que la había mentido y eso seguro que no traería buenas consecuencias, al menos para mí.
-¡Ey, Ana! – Me giré y vi que Dani se acercaba con su casco en la mano – He pasado por tu casa y tu madre me ha dicho que habías venido temprano – se acercó y me dio un ligero beso en los labios - ¿qué te ha pasado?
-Nada, otra pesadilla y ya no quería volver a dormirme entonces… - no sabía si decírselo a Dani o no, cerré los ojos, respire profundamente – me fui al bosque – volví a abrir los ojos, Dani me miraba disgustado - ¡Dani! No me mires así, necesitaba despejarme y relajarme y el bosque lo consigue, ya lo sabes…
-¡Pero sabes que es muy peligroso! Hay animales salvajes, lobos,…
-Ya pero ellos no son peligrosos, no para mí, a ellos les caigo bien, pensé que solo era con el lobo gris pero creo que son todos los de esta tierra… - hablar de lobos me sacaba una enorme sonrisa, Dani carraspeó – Ojalá algún día puedas estar presente cuando me encuentre con ellos… te darías cuenta de que ellos no son peligrosos…
-¿Ellos? ¿Has visto a más de un lobo?
-Sí, hoy mismo he estado con un lobo marrón…
-¿¡Qué!? – me interrumpió – Estas completamente loca, ¡los lobos no son buenos, no son personas, atacan a las personas, no puedes estar segura con ellos!! – estaba muy enfadado y se fue.
-¡MIERDA! – ya la había fastidiado otra vez, con Dani no se puede hablar de lobos, debería saberlo…
-¡Ana! – era Raquel, ella en cambio si me escuchaba y con ella podía hablar de lobos.
-Hola… ¿qué tal? – dije bastante desganada, ya no tenía ganas de hablar con nadie.
-Eso debería preguntártelo yo ¿no? – Dijo mirándome a los ojos - ¿Qué te pasa?
-Dani… eso me pasa… y los lobos también me pasan… Raquel el día de mi cumpleaños volví a ver al lobo y hoy he visto a otro que también me ha tratado bien, se lo he dicho a Dani y se ha puesto hecho una fiera… no me entiende… ¿a caso tengo yo la culpa de que me gusten los lobos y que yo a ellos también? O que…
-¡Ana, Ana, Ana…! Otra vez te estás obsesionando y estas dejando a Dani en segundo plano, es eso lo que le molesta, no que vayas al bosque, lo que le molesta es que no vayas con él… los lobos son animales, no van a estar ahí cuando estés mal… tienes que cuidar lo que tienes con Dani…
-Pero… - ella también se estaba enfadando así que decidí que era hora de cambiar de tema - ¿Qué tal llevas la exposición de CMC?
La exposición no me había salido nada bien, mi mente estaba dándole vueltas a la discusión con Dani y a lo que me había dicho Raquel, que como siempre tenía razón, desde mi cumpleaños apenas había quedado con Dani, a demás, el sueño había hecho acto de presencia después de todo y no había sido capaz de expresarme con claridad. Al terminar la clase fui a hablar con mi tutora y la dije que no había dormido en toda la noche y que sí me podía ir a casa, ella ya me conocía así que me dejo, pensaba irme a casa directamente pero me vinieron a la cabeza las palabras que me había dicho Raquel así que cambié el rumbo de mis pasos hacia la clase de segundo de bachillerato, el profesor aún no había entrado, lo que agradecí mucho ya que no me apetecía mentir a nadie más.
-¡Dani! – Grité desde la puerta, él me miró - ¿Puedes salir un minuto? – no dijo nada pero vino hacia la puerta - ¿quieres hacer una locura conmigo? – Puso una cara de no entender nada que tuve que explicárselo - ¿Te escapas conmigo el resto del día?
-Eh… Ana… ¿estás bien? – dijo preocupado.
-¡Claro! ¿Es tan raro que quiera pasar el resto del día con mi novio? – dije sonriéndole y pestañeando más de lo que mis ojos necesitaban. – Decídete rápido que Ernesto está a punto de llegar.
-¡Si, claro! – corrió a recoger sus cosas y salió corriendo agarrándome de la mano con la mano que llevaba libre.
Me llevó a la playa en la que estuvimos la noche antes de mi cumpleaños, hacía un día especialmente soleado para ser un día de otoño, me quité la sudadera, la extendí en la arena, me tumbé e invité a Dani a que lo hiciese a mi lado.
-Lo siento… - le dije al oído – sé que he estado ausente desde mi cumpleaños…
-No pasa nada, ya te has dado cuenta, está todo bien… - me sonrió y me empezó a besar, un beso lento y largo, muy largo, mi mano recorrió su espalda, necesitaba compensarle por haberle tratado tan mal, su mano se perdió en mi cabello…
-Ejem… - una voz familiar carraspeó cerca, demasiado cerca. Nos separamos lentamente y yo evité abrir los ojos tanto como me fue posible - ¿Vosotros no deberíais estar en clase? – Preguntó Javi con una sonrisa como si se regodease.
-Si… bueno, pero teníamos algo pendiente… -dije sintiendo como toda mi elevada temperatura corporal se concentraba en mi cara.
-¿Algo pendiente? ¿En serio? ¿Aquí? ¿En medio de la playa a pleno día? – dijo con sorpresa y cierta disconformidad.
-¿Qué? ¡No, Javi, no es lo que estas pensando! – dije avergonzada.
-Ya, claro,… que me sé cómo funcionan estas cosas eh, que yo a tu edad también me escapaba de clase con mis amiguitas para resolver asuntos pendientes… - ahora se estaba riendo – pero era más discreto, eso seguro…
Rechisté unas cuantas veces pero no fui capaz de convencerle, Javi era así, era imposible convencerle de nada que no se creyese a la primera, tampoco nos dejó tiempo para solucionar, o al menos hablar el tema del bosque y de lo importante que era para mí, Coraline y Javi se acomodaron con nosotros y prometieron no decir nada a mis padres.
-Ya te vale, Javi… me has interrumpido una conversación importante con Dani…- dije cuando él cerró la puerta del coche.
-Si, si… conversación importante… ¿ahora lo llamáis así? – dijo entre risas – pues que sepas que me alegro
-¡No tienes ni idea! Habíamos discutido por la mañana y estábamos haciendo las paces, pero necesitábamos hablar sobre lo que había pasado por la mañana, pero no nos has dado tiempo gracias a ti, hermanito… - dije sin entender como era tan difícil para él creer que no había ido a la playa con la intención de acostarme con él.
-Bueno… Ana, no te pongas así, que me da igual lo que hagas o dejes de hacer con tu novio… - dijo riéndose pero captando a la perfección la intención de mi voz.
-Así tiene que ser… o acaso yo te pregunto sobre tu vida sexual con Coraline, de todas formas si te quedas más tranquilo, no, no me he acostado todavía con nadie y hoy no iba ser el día, eso te lo puedo asegurar, con Dani… es difícil… - dije más bien pensándolo que afirmándolo.
-Voy a ser papá – soltó Javi de repente sacándome de mis pensamientos en voz alta.
-¿qué? – Pregunté para comprobar que lo que había escuchado era cierto - ¿vas a ser papá? – Javi asintió mirándome por el espejo retrovisor, estaba radiante de felicidad - ¿alguien lo sabe?
-No, eres la primera, nos enteramos unos días antes de venir… Nunca pensé que me haría tan feliz la idea de ser padre, especialmente por el ejemplo que hemos tenido de padre, quiero que mi hijo tenga un único hogar toda su vida, con una familia que lo quiera,… - él miraba a la carretera pero a través del espejo retrovisor podía ver en sus ojos el orgullo que sentía al imaginarse siendo padre, formando un hogar de verdad, con sus adornos, marcas de altura, todo con lo que había soñado tener él.
-Felicidades a los dos – miré a Coraline que no sabía de que hablábamos, la toqué el brazo y añadí – Félicitations pour la grossesse* – con el mejor francés que me salió, habíamos vivido en una ciudad francesa de Canadá durante algo más de un año y ya casi no me acordaba de nada pero quería darle yo misma la enhorabuena, sin traductores. Ella se giró y me dio las gracias con una bonita sonrisa en la cara.
Ya era tarde, pero no me quería dormir, sabía que en cuanto lo hiciese las pesadillas invadirían mis sueños y no tenía ganas de volver a pasar por eso, salí al jardín, no tenía intención de internarme en el bosque, simplemente me senté en una roca  justo delante de la primera hilera de árboles que bordeaban mi casa, había luna llena y perdí la noción del tiempo observando cómo su blanca luz se colaba entre las ramas de los árboles.
-Hace una noche preciosa ¿verdad? – me giré sobresaltada, vi que era Miguel y asentí -¿No puedes dormir?
-Podría… pero no quiero… -dije volviendo la vista al bosque – No quiero tener pesadillas, hoy no me apetece…
-Es preciosa esta casa… – agradecí que cambiase de tema y no me hiciese preguntas que no quería responder acerca de mis pesadillas – y este lugar… Me recuerda a mi primera casa…
-¿Tu primera casa?- pregunté muy sorprendida mirándole esperando encontrar la respuesta en sus ojos  - ¿Has vivido antes cerca de un bosque? – el asintió con una sonrisa – Pero… si tú naciste en Milán…
-Sí, pero nací allí por error, me adelanté más de un mes, mamá y papá eran muy jóvenes cuando se quedaron embarazados de mi, era otra época y la familia de mamá se enfadaron mucho con ellos y se fueron a vivir a Milán dejándoles solos en España, papá tenía una casa enorme que sus padres le habían dejado de herencia y se mudaron allí. – Estaba completamente metida en la historia, quería saber más – Unos meses después mamá volvió a retomar el contacto y nuestros abuelos les regalaron un viaje a su casa para hacer las paces y fue en ese viaje cuando me adelanté y nací allí, tuve que estar un mes en la incubadora pero después mamá, papá y yo volvimos a España, - me miró paternalmente y sonrió – a un lugar muy parecido a este – volvió la mirada al bosque – nos mudamos cuando yo tenía 6 años y Andrés nació dos semanas después de que llegásemos a Florida, nuestro nuevo hogar…
-¿Cómo era? – Dije sin apartar la mirada de él – La primera casa.
-Había un bosque como éste y recuerdo que papá me contaba cuentos sobre el bosque y su magia… -parecía añorar eso – luego nos mudamos a Florida y no paramos de ir de una ciudad a otra… - me miró triste.
-¿Papá te contaba cuentos? – eso sí que me sorprendía – Creí que mamá era la que contaba los cuentos, por lo menos a nosotras solo nos contaba cuentos mamá…
-Ya… es que papá dejo de contar cuentos cuando empezamos a mudarnos… el bosque le inspiraba, creo – dijo sonriéndole a los árboles – Todos los cuentos hablaban del bosque que rodeaba nuestra casa… papá se pasaba el día y algunas noches en el bosque con sus amigos, en todos los cuentos existía la magia….
-Espera, has dicho ¿amigos? ¿Papá tenía amigos? – Miré al bosque – Me hubiese gustado conocer a papá así… sin ser tan solitario – Nos quedamos en silencio, apoyé mi cabeza en el hombro de Miguel y los dos nos quedamos mirando las sombras que creaba la luna en el bosque. -¿Algún día me contarás alguno de esos cuentos que te contaba papá?
-Algún día…


*Felicidades por el embarazo.

martes, 11 de diciembre de 2012

3- Cumpleaños feliz


Cerré los ojos y respiré profundamente, un olor a salitre llenó mis pulmones a la vez que una suave brisa rozaba mi piel y removía mi pelo. Un aullido se oyó a lo lejos y no pude evitar sonreír, ya eran las doce. Es increíble lo rápido que pasa el tiempo y lo poco que cambian algunas cosas.

-Felicidades preciosa - me susurró Dani en el oído justo antes de darme un dulce beso en los labios.

Otras, en cambio, habían cambiado muchísimo en los últimos 5 años. No sé cuál fue el momento exacto en que mi padre decidió dejar de ser un nómada, ni cuando Dani y yo dejamos de ser solo amigos, ni cuando empezamos a ser un pueblo con superpoblación juvenil, lo que sí sabía con certeza era que esta nueva vida, o al menos casi todo de ella, me encantaba.

-Gracias – dije separándome de él, estábamos en una pequeña playa situada a unos 10km del pueblo, abrí los ojos y me sumergí en esos preciosos ojos azules, le sonreí – mis padres me van a matar, que lo sepas… - le besé – deberíamos volver que mañana hay clase y es muy tarde…
-Es que quería ser el primero en felicitarte – le sonreí pero no pude evitar mirar hacia el bosque, por muy absurdo que parezca, pensé que el lobo había sido el primero, al pensar esto me dio vergüenza, así que me volví a Dani y lo besé, fue un beso más largo e intenso.

Ring…Ring…Ring…
-¿Si? Sí mama… tranquila estoy con Dani…en la playa… ¡pues claro que tienes que estar tranquila! No… ¡No, mamá, no estoy haciendo nada malo! Que si… que ya voy… Adiós…- Mi madre estaba preocupada siempre desde que nos mudamos pero más especialmente desde que se enteró de que algunas noches me escapaba al bosque para encontrarme con aquel precioso lobo gris, cosa que no había vuelto a pasar desde aquella primera vez. Lo busqué durante horas, días, meses, años... pero no lo encontré, eso me frustró tanto que llegué a obsesionarme y hace casi 3 años mis padres me prohibieron ir al bosque sola y muchísimo menos por las noches.

Llegamos a mi casa y mi madre estaba esperándome en la puerta, me bajé de la moto de Dani, le di un beso y esperé a que se marchara.
-Felicidades, cariño – caminé hacia ella, me dio un beso y añadió – Ahora vete a la cama que mañana tienes clase y mira que tarde es ya.

Asentí resentida, entramos en casa, recorrí el pasillo hasta la cocina, me hice un sándwich y me fui a mi habitación, seguida en todo momento por mi madre. Una vez en la habitación, mi madre me dio las buenas noches y por fin me dejó sola, era tarde pero no tenía nada de sueño, me puse el pijama, abrí la ventana y me senté, respiré profundamente ese olor a eucalipto que tanto me embaucaba, ya era mi cumpleaños y lo único que quería era volver a ver a aquel lobo, todo lo demás que me pudiesen regalar no lo quería. El día de mi cumpleaños era el día que más ansiaba volver a verle, pues cada año el día de mi cumpleaños a las doce en punto un aullido recorría todo el bosque, pero luego desaparecía, por mucho que lo buscase nunca lo encontraba. Un extraño movimiento entre los árboles me sacó de mis pensamientos, dirigí hacia los arboles mis ojos y estos se abrieron como platos. No era posible, no podía ser real, él no podía estar allí, entre la primera hilera de arboles que bordeaban mi casa, mirándome fijamente después de tanto tiempo, había cambiado pero era él, estaba segura, sus ojos me miraban de la misma forma que aquella vez.

Bajé por la estructura de madera por la que crecían las enredaderas pero sin apartar mis ojos de él, tenía un miedo horrible a que volviese a desaparecer y llevaba mucho tiempo esperando este encuentro. Llegué al suelo y empecé a caminar muy despacio, con miedo y nerviosismo. Estábamos lo suficientemente cerca como para que sus ojos me hipnotizaran de la misma forma que lo habían hecho años atrás, aumenté ligeramente la velocidad y el lobo retrocedió, me quedé paralizada, no quería que se fuese pero unos metros más allá volvió a pararse y a mirarme. Seguí caminando, más y más, estaba muy cerca, a un escaso metro, estiré el brazo y fue él quien se aproximó, cerré los ojos al sentir el suave y duro pelaje entre mis dedos, se me saltaron las lagrimas, no había nadie en el mundo en ese momento que fuese más feliz que yo, me agaché y le rodeé con mis brazos, él me lamió alegremente la cara, me separé unos centímetros y le acaricié cariñosamente entre las orejas, me senté con las piernas cruzadas y él se recostó sobre ellas, era realmente precioso.
-Gracias – le susurré. No fui consciente del tiempo que habíamos pasado así hasta que los primeros rayos del sol atravesaron los árboles, el precioso lobo gris se levantó tan rápido que me asustó – Debería entrar en casa antes de que mi madre suba a despertarme. – lo dije con el fin de auto convencerme a mí misma, me levanté aunque no pude moverme, ninguno de los dos lo hacía, simplemente nos mirábamos, él con curiosidad, como la primera vez y yo era incapaz de apartar la mirada, al cabo de unos minutos, él pareció darse cuenta de que era incapaz de moverme, se acercó, me lamió la mano y se fue lentamente por el bosque. Cuando su pelaje había desaparecido completamente trepé hasta mi ventana y me metí en la cama, miré el reloj y supe que en 20 minutos aparecería mi madre para despertarme, aún así, estaba tan cansada que me quedé dormida.

Cumpleaaños feliz…cumpleaños feliz…te deseeamos Anaa…cumpleaños feliz…
-¡Felicidades, cariño! – gritaron mis padres a la vez. Definitivamente dormir 20 minutos no me había sentado nada bien, aún así, abrí los ojos y puse la mejor cara que tenía.
- Buenos días, cielo, ¿has dormido bien? – preguntó mi madre a la vez que realizaba su ritual recorrido abriendo todas las cortinas de mi habitación y terminando en mi cama para darme un beso en la frente.
-Vístete y baja a la cocina a desayunar que tenemos una sorpresa para ti- dijo mi padre sonriendo y acercándose a mí para darme un beso.
-¿Una sorpresa? ¿Y me va a gustar? – dije saliendo de la cama tan rápido como mis agotados músculos me lo permitieron.
-Esperamos que así sea, hija.- dijo mi padre sonriendo y ambos salieron de la habitación. Si lo había elegido mi padre seguro que me gustaba.

Mientras bajaba las escaleras escuche mucho alboroto, cada paso que daba se oían más voces, risas,… al reconocer la voz de mi hermana Elisa salí corriendo a la cocina, esta estaba repleta de gente, estaban Miguel, su esposa Kristen y sus 4 hijos Austin, Kyle, Loghan y Susan, también Andrés, su mujer Abella y su hija Maiara, Javi con su novia Coraline y Elisa, toda mi familia al completo estaban en esta gran cocina que con tanta gente parecía pequeña.

-¡FELICIDADES! – gritaron todos al verme, en la mesa había un gran pastel de chocolate hecho por mi madre, era mi favorito, también había tortitas, gofres, mini palmeritas, cruasanes,… nunca entenderé como mi madre era capaz de cocinar para tantísima gente, de los cuales varios comíamos por 2 o por 3 incluso.

Andrés y su familia me regalaron una sudadera azul turquesa, unos vaqueros y una camiseta, Miguel y su familia un estuche de maquillaje, seguramente lo había elegido Kristen, Javi me regaló un viaje para ir a su casa de París y Elisa me regaló un cuadro hecho por ella de un bosque de noche con un lobo gris aullando a la luna llena, como se notaba que Elisa era la que mejor me conocía, la que más tiempo había vivido conmigo.

Toc…Toc…Toc…
-¿Puedo pasar? – pregunté a Cecilia, la profesora de química, ella me sonrió.
-¿Por qué llegas tarde?
-Porque mis padres me han dado una sorpresa, hoy es mi cumpleaños y han venido a casa toda mi familia, mis hermanos y mis sobrinos…
-Ah, felicidades, anda pasa… -Entré corriendo y me senté en mi mesa al lado de Raquel.
-Felicidades… - me susurró Raquel.
-Raquel, mi madre os invita a Dani y a ti a comer con nosotros en el restaurante de Encarnita, vamos a ir los 15 y quieren que vengáis vosotros también. ¿Qué? ¿Te apuntas?- ni Raquel ni Dani conocían a mi familia al completo, así que tanto Raquel como Dani aceptaron, como muchas personas querían conocer a mi extraña familia.

Esta vez, mi hermano Javi y Coraline vinieron a buscarnos al instituto, Raquel se quedó con la boca abierta cuando vio a mi hermano, la verdad es que era un chico muy atractivo, piel morena, alto, pelo castaño y unos bonitos ojos verdes, el y yo nos parecíamos mucho a excepción de mi altura, el media 1,90 y yo 1,60, por lo que no se me podía considerar una chica alta. En el coche hice las presentaciones y ya Javi hizo el resto, él es el típico chico que cae bien a los 5 segundos de abrir la boca, aún así, de vez en cuando dejaba de hablar con nosotros para hacerle un resumen en francés a su novia, la cual lo agradecía pues no entendía nada de español. Javi me echó alguna que otra miradita elocuente al verme besarme con Dani por el espejo retrovisor, lo mejor de tener hermanos tan mayores es que no eran para nada sobreprotectores, más bien disfrutaban haciéndome de rabiar. Llegamos al restaurante y ya estaban todos sentados en la gran mesa que teníamos reservada, al llegar hicimos las presentaciones pertinentes y nos sentamos.

-Ana… tu sobrino Austin no está nada mal ehh… - me dijo Raquel al oído, la verdad es que sonaba raro pero claro, Austin tenía un año más que yo y era el tipo de chico que le gustaba a Raquel, rubio, ojos azules, piel tostada, alto y musculoso.

Mi familia era de lo más peculiar, unos padres demasiado jóvenes, aparentemente, como para ser padres de un hombre de 37, el cual a su vez también parecía demasiado joven para ser padre de un hijo de 18, estaba claro que mi familia no es muy de esperar a casarse y formar una familia, mi teoría al respecto era bastante lógica, como antes éramos unos nómadas, ciudadanos de ningún lugar, a medida que íban creciendo, cada uno buscaba una forma de alejarse de ese estilo de vida que nuestros padres nos habían impuesto y al cumplir la mayoría de edad lo único que querían era establecerse en un lugar estable y formar una familia normal, pero esto último no les había salido nada bien, no éramos para nada normales, ninguno lo éramos, a veces, por separado podíamos parecerlo pero al juntarnos todas nuestras rarezas, producidas por nuestra extraña infancia y adolescencia salían a la luz y eso es lo que asustaba un poco a los desconocidos.

-Abuela, ¿podremos dormir todos en vuestra casa?- preguntó Loghan a mi madre.
-¡Pues claro! ¿No has visto lo grande que es la casa?- respondió mi madre sonriendo.

-¿Os juntáis, muy a menudo?- preguntó Raquel a Austin, el cual se sentaba a su lado.
-No, que va… una vez cada 2, 3 años… como cada uno vivimos en un lugar del mundo pues no es sencillo…
-Pero todos habláis muy bien español…
-Claro, mis abuelos son españoles, nacieron en algún lugar de España y esa ha sido la lengua materna de mi padre y mis tíos, ellos hablan varios idiomas, pero prefieren hablar en castellano, yo y mis hermanos, por el contrario, dominamos el castellano pero preferimos el inglés y a mi prima Maiara le pasa lo mismo pero con el portugués…
-Joo a mi me encantaría saber más de un idioma…
-Raquel… cuidadito con mi sobrino ehh – la interrumpí y todos los que lo oyeron estallaron en una carcajada.
-Bueno supongo que habréis visto que Ana tiene novio – dijo mi madre y acto seguido todas las miradas se posaron en mí y en Dani, el cual instintivamente se alejo de mí lo que provocó otra carcajada general. Yo estaba muerta de vergüenza y me giré un poco para ocultar mi rostro, entonces reparé en que en la mesa de al lado estaban los Rodiles y algunos de los nuevos jóvenes del pueblo. Sergio no había cambiado demasiado desde la primera vez que le vi, cuando volvió de su año desaparecido, nunca en estos 5 años le había visto sonreír, ni hablar, solo se relacionaba con su familia y con los nuevos, incluso Dani me contó que ya no se hablaba con su hermano Pablo. Cuando íbamos a la tienda y coincidíamos con él, nunca nos miraba, siempre mantenía la mirada baja y hablaba muy bajito para decirnos lo que debíamos pagar, en cambio, el señor Rodiles cuando entraba en la tienda o me cruzaba con él por el pueblo nunca me apartaba la mirada, siempre con esa extraña mirada, una mezcla entre confusión, expectación, agradecimiento, curiosidad,… Una forma tan penetrante que me provocaba escalofríos cada vez que la sentía. Esta vez no fue diferente, los nuevos me miraron con curiosidad, el señor Rodiles de esa forma tan intimidatoria y Sergio simplemente bajo la mirada.

El resto del día fue una gran locura, mi casa estaba repleta de gente, niños correteando, bebé llorando, adolescentes riéndose, padres gritando, mi madre cantando desde la cocina, Raquel y Austin jugando a la Play Station 3, alguien arrastraba muebles en el piso de arriba,… En mi opinión demasiado ruido acostumbrada ya a la tranquilidad del campo, Dani se dio cuenta de que me estaba volviendo loca y me sacó de casa para dar un paseo, fue un agradable paseo por el bosque, me hubiese gustado más estar sola, pero mi madre no lo permitiría y yo sabía que yendo con Dani el lobo no volvería a aparecer.

-¿Cuánto se van a quedar? – preguntó Dani cuando ya no se oía nada más que los animalillos y las hojas bajo nuestros pies.
-Los últimos se irán en 3 semanas, algunos se quedan una semana y otros dos,… - suspiré y él me frenó y giro.
-¿Qué pasa?
-Yo les quiero, pero son muchos y no estoy acostumbrada a una familia tan numerosa… para mí podrían ser todos hermanos míos, casi pego más como hermana de mis sobrinos que se mis propios hermanos, además a Miguel casi ni le conozco,… Tengo una familia de locos ¿no crees?-y me empecé a reír sola y a los pocos segundos el me acompañó.

Al llegar a casa mi madre ya había hecho la cena y la mesa estaba puesta, Raquel y Dani se fueron a sus casas. En mi habitación dormiría con mi sobrina Maiara, ya que por muchas habitaciones que tuviese la casa, no había una habitación para cada uno y nos habíamos repartido de forma más o menos equilibrada. Había sido un cumpleaños genial, había venido toda mi familia y además había estado de nuevo con mi precioso lobo gris. Cerré mis ojos y la oscuridad me trasladó al bosque, una noche de luna llena con misteriosas sombras por doquier, a lo lejos un aullido, corro y no encuentro al lobo, de pronto aparece el señor Rodiles mirándome de esa forma tan penetrante, le hablo pero mi voz no se escucha, otro aullido, pero este es diferente, no es el lobo gris, es un aullido agresivo, intimidante, acto seguido un aullido proveniente de la garganta de mi lobo suena a dolor, a un dolor insoportable, desgarrador, corro pero el señor Rodiles no me deja pasar y de pronto a lo lejos los veo, varios lobos blancos y uno gris, mi lobo gris aunque sus patas están teñidas de escarlata y apenas se tiene en pie, entonces se desploma.

-¡NOOOOOO!- me desperté sobresaltada por lo alto que había sonado mi voz, al abrir los ojos vi a mi sobrina asustada, ya tenía 13 años, pero un grito así asusta a cualquiera – lo siento, ha sido solo una pesadilla – lo dije con el fin de convencernos a las dos, estas pesadillas seguramente se debían a que llevaba más de 24horas despierta o definitivamente mi familia había conseguido que me volviese loca – Intentemos volvernos a dormir.

lunes, 3 de diciembre de 2012

2- Mi nuevo hogar


El avión estaba aterrizando, el vuelo a penas había durado 50 minutos, fue bastante sorprendente comprobar que mi nuevo hogar no estaba ni a 600km de Madrid, estaba nerviosa, como cada vez que me disponía a conocer mi nuevo hogar, las nuevas personas, los nuevos horarios, los nuevos idiomas,… aunque claro, esta vez era distinto, el idioma y el horario era el mismo, el clima un poco diferente pero por lo demás no tendría que costarme acostumbrarme a esta nueva ciudad.
Al abrirse las puertas vi a mis padres y mi hermana saludándome, sonreían. Al verles corrí a abrazarles, son mis cimientos, son los que hacen de cada lugar mi hogar, supongo que el hecho de que ningún lugar físico me hiciese sentir en casa convertía los brazos de mis padres y hermanos en esa sensación de vuelta a casa.
-¿Qué tal la Sierra? ¿Te gustó?- preguntó mi madre una vez que caminábamos hacia el parking.
-Me ha encantado, cuando sea mayor pienso vivir en medio de un bosque- todos rompieron a reír-¿de qué os reís?
-De nada…- dijo mi hermana aguantándose la risa.
Nos subimos en el nuevo coche, si, mi padre tenía la mala costumbre de comprarse un nuevo coche cada vez que cambiábamos de casa, esta vez era un Nissan Navara Negro. Mi padre condujo durante más o menos una hora hasta que redujo un poco la velocidad.
-Este es nuestro nuevo pueblo.
-Es muy pequeño- dije sorprendida, mire por las ventanas y añadí.- ¿Cuál es nuestra casa?
Nadie dijo nada, yo insistí un par de veces más hasta que ya no se veían casas, solo arboles, muchos, por todos lados, avanzamos por un camino de tierra y a lo lejos vi una casa enorme de piedra.
-Esta es nuestra nueva casa.- mis ojos se abrieron como platos, era la mejor casa en la que habíamos vivido, era perfecta, al menos para mí.
-¿En serio? ¿En el medio del bosque? ¡Me encanta!- grité y antes de que el coche dejase de moverse yo ya había saltado y corría hacia la puerta. Tenía ganas de entrar, de ver los muebles, mi habitación, todo, quería verlo todo.
-Ana, tus cosas están en la primera puerta a la derecha, tu padre quería que eligieses tú tu habitación- me sonrió, abrió la puerta y yo entré corriendo en la casa, antes de coger mis cajas y mi maleta subí al piso de arriba y tras abrir varias puertas encontré la habitación perfecta.
Las paredes estaban pintadas en blanco, era la esquina de la casa y en esta había una gran ventana-mirador donde quedaba acoplada una madera con un cojín encima a modo de sillón que daba al bosque, al igual que las otras 3 ventanas, había una cama de matrimonio justo en frente de la puerta bajo una ventana, una mesa de escritorio a la izquierda y un gran armario. Me acerqué a la ventana-mirador y abrí la ventana para dejar entrar el aire con olor a eucalipto, cerré los ojos y respire profundamente, es posible que este olor me embaucase más incluso que el olor a pino.
-Cariño, ¿te dejo las cosas aquí?- me preguntó mi padre.
-Sí, esta será mi habitación, es perfecta. – contesté abriendo los ojos pero sin apartar la mirada del bosque.
-Te veo tan mayor… - eso hizo que me girase.
-Papá, solo tengo 11 años, no soy mayor – le sonreí.
-En dos meses empiezas el instituto y eres mi pequeña, que rápido pasa el tiempo… - se acercó, dejo las cajas junto a la cama y me besó en la frente – Sabía que elegirías esta habitación – dijo susurrando y con un toque de tristeza en la voz – Te quiero, cariño.
-Y yo a ti, papá.
Mi padre se fue y yo desembalé todas mis cosas menos mi caja de recuerdos que la guarde, esta vez, bajo la tabla de la ventana. Coloqué mi ropa en el armario, destapé todos los muebles, coloqué mis libros y algún adorno en las estanterías, todo estaba en su sitio, me hacían falta sabanas para mi nueva cama, pero por lo demás ya tenía todo lo necesario. Cuando terminé ya era de noche y mamá cantaba desde alguna habitación de abajo, supuse que sería la cocina, a mi madre le encanta cocinar y siempre canta cuando lo hace. Bajé y encontré a mi padre hablando por teléfono, lo que me extrañó pues mi padre nunca hablaba por teléfono, y mi hermana leía en el sofá del salón.
-…no, se acabó, creo que lo dejé muy claro en su día que no quería estar involucrado, no en esta locura,…- me vio- Tengo que dejarte, olvídate del tema.
-¿Papá, todo va bien? – pregunté un poco extrañada, intentando adivinar con quien podría estar hablando.
-¡Ya está la cena! – gritó mi madre desde la cocina, eso hizo que mi padre respirase aliviado y que yo no tuviese la oportunidad de seguir interrogándole.

Durante el resto del verano Elisa y yo bajábamos al pueblo casi todas las mañanas, esperando que de esta forma pudiésemos hacernos amigos antes de empezar las clases, pero estaba claro que no era tan fácil como en las ciudades, aquí eran muy pocos habitantes y por tanto jóvenes de nuestra edad muchos menos. En el pueblo había un bar-restaurante, una tienda de todo un poco y una iglesia, eso hacía que mi hermana se aburriese, a ella le encantaban las ciudades, ir de compras, los transportes públicos y aquí no había nada de eso. Un día caluroso, hubo una pequeña fiesta en el pueblo y allí vimos a los jóvenes, fácilmente llegaban a la decena, lo que nos dejó muy sorprendidas, al ver que no se acercaban a nosotras decidí que no nos quedaba más remedio que ser nosotras las que diéramos el primer paso. Resultaron ser turistas, es decir, ese tipo de jóvenes cuyos padres tienen una casa en el pueblo, pues estos eran de esos que se pasaban la mitad del verano aquí, pero solo en verano, lo que nos apenó bastante, pues eran muy agradables.
Antes de que empezase a tocar la orquesta, el alcalde dedico unas tristes palabras al pueblo. Resultaba que hacía 11 meses o así que un joven del pueblo había desaparecido y nadie había vuelto a saber nada de él, esto inquietó bastante a mi madre, pero mi padre la tranquilizó, él tenía el don de convencer a mi madre de lo que fuese y mi madre lo quería tanto que no le negaba nada, ella iría al fin del mundo por él, lo que ya habíamos comprobado unas cientos de veces, y era algo que hacía que la admirase.

Pi pi pi piii pi pi pi piii
Abrí los ojos ilusionada y nerviosa, no había dormido nada bien, se supone que ya debería estar acostumbrada pero seguía sin gustarme ser la nueva, a mi hermana le pasaba lo mismo, siempre la última noche antes de empezar en un nuevo colegio dormíamos las dos fatal, pero esta era la primera vez que dormíamos separadas y eso me ponía aún más nerviosa.
-Ana, cariño, levántate que es tu primer día de instituto – dijo mi madre abriendo las cortinas y acercándose a la cama.
-Mamá, estoy nerviosa, me da miedo, creo que no voy a encajar…
-Cariño, no te preocupes, el primer día será difícil pero te harás amigos enseguida, ya lo veras…- me besó en la frente y añadió- vístete rápido que hoy es un día muy especial. Yo voy haciendo el desayuno. – se levantó.
-Mamá… - la frené - ¿sabes que hoy hace un año que desapareció el chico del pueblo?
-¡Qué horror! Pobres padres… - dijo mi madre mientras salía de la habitación.
Yo me levanté, hice la cama, por suerte no me movía  demasiado y el hacerla me resultaba fácil, me fui al baño y me di una ducha rápida, volví a mi habitación y me puse unos vaqueros bermudas, unas converse bajas amarillas, una camiseta de tirantes amarilla y una sudadera azul marino. Luego volví al baño a peinarme, lo cual era difícil pues tenía una larga melena castaña hasta la cintura ondulada, finalmente, me lo cepillé y decidí dejarlo secar al aire.
Cuando bajé estaba muy nerviosa y no me extrañaba, mi casa era de lo más estresante, como siempre lo era el primer día en un nuevo colegio, mucho papeleo y trámites que no habíamos podido hacer antes pero que debíamos entregar hoy en el instituto del pueblo de al lado, pues en nuestro pueblo no había ni colegios ni institutos. Al entrar en la cocina sobre la mesa había mucha comida, huevos revueltos, beicon, salchichas, zumo de naranja natural, tostadas, cereales,…
-¡Me encanta el desayuno del primer día! – dije acercándome a mi madre y dándola un beso. – Eres genial, mamá.
Me senté en la mesa y a los 5 minutos llegó mi hermana a la cocina, que rápidamente se sentó y después lo hicieron mis padres, comí un montón, los nervios desataban mi apetito, al igual que muchas otras cosas, en eso he salido a mi padre, no tengo dudas, mi madre come muy poco y no lo disfruta al igual que le pasa a mi hermana, pero mi padre y yo devoramos lo que nos pongan, así que a pesar de que había mucha comida en la mesa, no sobró nada.

-Buenos días, chicos. Mi nombre es Ernesto, para los pocos que no me conocéis, este año voy a ser vuestro tutor, como ya sabéis las clases de educación física, plástica y música la compartiremos con los alumnos de segundo. – dijo el profesor cuando ya nos habíamos acomodado todos en nuestros pupitres, éramos unos 17 en clase, lo que me sorprendió mucho, acostumbrada a clases multitudinarias.
Yo me senté en la primera fila junto con una chica pelirroja, con ojos verdes que se sentaba sola, esta chica era Raquel y resulta que se sentaba sola porque vivía en mi pueblo y no conocía tan bien a los de este pueblo, así que finalmente pude descubrir que ella era la única persona de mi edad en el pueblo. Nuestra clase estaba dividida por una especie de persiana, la cual se abría para las clases compartidas con los de segundo que estaban en la otra mitad de la clase. En el recreo estuve con Raquel, me acompañó a secretaría a entregar unos documentos y luego salimos al patio, ella me guió hacia las pistas de fútbol y vi como un chico, algo mayor que nosotras, con ojos claros y pelo castaño claro nos saludaba, bueno, más bien a Raquel, esta le sonrió y le devolvió el saludo.
-Ese es Daniel, también es del pueblo y tiene una año más que nosotras – dijo sin apartar la mirada de la pista – es muy agradable y ese otro - señaló a un grupo de chicos mucho más mayores – el de la izquierda del todo, es su hermano Pablo… era muy amigo de Sergio.
-¿Sergio? ¿Quién es Sergio? – pregunté aunque creía conocer la respuesta.
-El chico del pueblo que desapareció hace…
-Un año, sí, ya sé quien es… - dije mirando a Pablo, la verdad, es que parecía un poco ausente, sería difícil un día como hoy para él.
-Ana, este es Daniel, Daniel esta es Ana, es la nueva del pueblo… - me devolvió a la conversación y al girarme de golpe me quedé impresionada al ver sus ojos, eran azules, muy azules y su sonrisa era muy amplia y bonita.
-Ah! Hola – dije un poco nerviosa, lo que me produjo una risilla nerviosa, el sonrió también y los tres estuvimos hablando todo el recreo, fue muy divertido, al final el primer día no había sido tan horrible, solo esperaba que mi hermana también hubiese tenido un buen empiece. Cuando volvíamos a clase la vi hablando con un grupito de chicas, parecía estar bien y eso me alegró.

Era tarde, había sido un día intenso, lleno de nerviosismo y nuevos comienzos, mi madre no terminaba de estar muy relajada en ningún momento pero mi padre parecía muy feliz y eso hacía que el ambiente en casa fuese muy agradable. Después de cenar decidí salir a dar un paseo, era tarde y sabía que era peligroso, pero era noche de luna llena y el bosque estaba precioso con las sombras que se formaban, caminé durante 15 minutos y ya estaba completamente rodeada de árboles, no sé muy bien por qué al verme tan sola en medio del bosque me vino a la cabeza Sergio. De pronto un aullido me sacó de mis pensamientos y me dejó paralizada, al igual que me había pasado en el lago, pero a diferencia con aquella vez solo parecía haber un lobo y el aullido no sonaba agresivo, no me daba miedo, más bien me producía dolor, tristeza. Empecé a caminar en dirección al aullido, no debía seguir avanzando por el bosque, pero algo me incitaba a sumergirme más y más en el profundo bosque, caminaba cada vez más deprisa a pesar de saber que no debía seguir, mis piernas se movían solas impulsadas por un deseo interior, ya no corrían, volaban, no era consciente de estar tocando el suelo, otra vez el aullido, esta vez más cerca y mi cuerpo volvió a aumentar de velocidad y entonces frenó en seco al verle a unos 50 metros. Me quedé inmóvil, era un lobo muy parecido a los que había visto en la Sierra, pero el pelaje era gris, y no parecía tan agresivo como los otros, se giró y sus ojos grises se fijaron en los míos, estaba asustado, pero sus ojos se perdieron en los míos, mi cuerpo estaba muy relajado y eso me asustó un poco, aún así no podía apartar la mirada, era como si me hubiese hipnotizado. Mis pies retomaron el movimiento aunque esta vez de forma muy lenta, el permanecía quieto, mirándome, ya no estaba asustado, su pelaje gris permanecía relajado al igual que mi cuerpo pero su mirada denotaba curiosidad, eso me hizo sonreír, ya estaba muy cerca de él, a un metro de poder rozar su precioso pelaje gris, estiré el brazo y…
-¡ANA! – era mi padre el que gritaba, el lobo se asustó y se fue corriendo - ¡ANA! – no me moví, esperé a que el pelaje gris desapareciese entre los árboles, quería seguirlo pero mi padre no dejaba de gritar y no me quedó más remedio que volver a casa.
-Lo siento papá, me… despisté y no sabía volver – mi padre me abrazó al verme.
-Ten cuidado, el bosque es muy peligroso y más por las noches, no vuelvas a irte sola ¿vale? – asentí mirando hacia el bosque y entramos en casa.

-¿Ana Rivas, sobre qué vas a hacer tu trabajo de Ciencias naturales?- me preguntó el profesor Ricardo. Yo había pensado hacerlo sobre ovejas pues mi padre se acababa de comprar una docena pero en el último momento cambié de opinión.
-De lobos, especialmente de los que se encuentran por esta zona.
-Ana, aquí no hay lobos, hace algunos años que se extinguieron, pero puedes hacerlo sobre los lobos de a Península.
-Sí que hay lobos, profesor, hace unos días yo vi a uno. – todos me miraron como si estuviese mintiendo.
-Sería un perro. – sentenció el profesor y el timbre marcó el fin de las clases.

Mi padre me regaló una bicicleta por mi cumpleaños que había sido hacía 3 días, así que ahora iba y volvía al instituto en bici. Al llegar al pueblo había un revuelo enorme en la puerta de la tienda, Dani, Raquel y yo nos acercamos para ver qué pasaba. Como éramos más ágiles que el resto nos colamos entre las personas y pudimos ver a través del cristal de la puerta.
-Es… es… - intentaba decir Dani – es… ¡Sergio! – al decir esto yo me giré para observar bien la escena, estaba el señor Rodiles junto a su esposa abrazando a un joven de unos 16 años aunque muy alto, de piel morena, pelo corto y castaño oscuro. Ese debía de ser Sergio, el chico desaparecido.
-¿Qué ha pasado?- preguntó Raquel a unas señoras.
-El chico ha aparecido caminando de entre los árboles y…
-iba horriblemente vestido,…
-Sin decir nada a nadie se ha dirigido hacia la tienda de sus padres y ahí siguen…
-llevan casi una hora ahí dentro…
Las mujeres se cortaban unas a otras, todas querían contarnos que había pasado, yo miré al bosque ¿de dónde vendría desde ahí? ¿Qué le habría pasado durante este año? ¿Cómo es que había vuelto? Era muy extraño que un menor después de un año volviese sano y salvo, al menos aparentemente, mi madre se pondría feliz y se relajaría, debía ir a contárselo.
-Chicos…
-Me voy corriendo a decírselo a mi hermano…- dijo Dani saliendo de la multitud sin darme tiempo a terminar de decir nada.
-Yo también me voy que llego tarde a comer.- añadió Raquel y se fueron. Yo me volví a girar hacia la puerta, se les veía muy felices, qué contentos tenían que estar los tres, estuve unos segundos observando la escena, justo cuando estaba a punto de irme, los ojos del señor Rodiles se clavaron en los míos de una forma desconcertante.

lunes, 26 de noviembre de 2012

1- Trotamundos


Era un día soleado, el ruido de la gran ciudad se colaba por la rendija de mi ventana, me gustaba oír la ciudad tan despierta, ya me había acostumbrado a vivir en un séptimo en la Castellana, es decir, en el centro de Madrid. Solo llevaba 8 meses en esta casa pero ya me había adaptado a la gente, a la cultura, al metro, a los coches, al colegio, a...
Toc, toc, toc...
-¡Pasa!-grité por encima del ruido de la calle sin darme cuenta de que Elisa seguía durmiendo en la cama de al lado. Mi madre entró sonriendo a la vez que Elisa me lanzaba un cojín, sí, la había despertado.
-Buenos días niñas-se acercó a mi cama y me besó en la frente, luego se acercó a la cama de mi hermana donde esta estaba cubierta hasta la cabeza y la empezó a hacer cosquillas, eso me hizo gracia y las tres nos carcajeamos.
A los pocos segundos se asomaron por la puerta mi padre y mi hermano Javier, el cual no dudó en saltar sobre mi cama y hacerme cosquillas, los cuatro reíamos, éramos felices, todos menos mi padre. Al parecer, la ciudad le agobiaba, cosa extraña después de haber vivido en tantas ciudades, apenas salía de casa para trabajar y a veces  para pasear por el Retiro.

En la cocina nos esperaban papá y mamá cuando llegamos del colegio, mamá como todos los días nos había preparado la merienda, los tres cogimos nuestros sándwiches dispuestos a irnos a tomarlos al salón pero cuando íbamos a pasar la puerta papá nos interrumpió.
-Chicos, quedaros por favor- fue una petición pero casi sonó a orden-queremos hablar con vosotros.
Nos volvimos y nos sentamos frente a ellos, mi madre parecía triste e intentaba esquivar nuestras miradas, casi podía adivinar qué venía ahora, dejé mi sándwich en el plato y esperé, lo mismo hicieron mis hermanos.
-¿Cuándo?-preguntó Javi con dureza.
-¿A dónde?-preguntó Elisa de igual forma. Yo permanecí en silencio.
-En cuanto terminéis el colegio pero aún no hemos decidido a don...
-¡Pues os tiene que costar lo vuestro! ¿eh? ¡Porque a mis 18 años ya he vivido en los 5 continentes y en más de 20 casas!-se levantó enfurecido y con los puños apretados, estaba claro que estaba harto, como todos, yo le agarré la mano y él se relajó un poco-Acaso ¿os parece normal qué ninguno de vuestros 5 hijos tengan la misma nacionalidad?- dijo casi escupiéndolo - Yo no me voy- Sentenció a la vez que se sentaba.
-Ya eres mayor de edad-dijo mi padre muy serio, estaba claro que si nos íbamos era por él, como en todas las ocasiones anteriores-puedes elegir qué quieres hacer, al igual que han hecho tus hermanos- Elisa abrió la boca- tú tienes 14 años, dentro de 4 años ya elegirás- se levantó y se fue dejándonos en silencio a los 4.
-Pero...para que se acaben las clases solo quedan 3 días y...- miré a mi madre a los ojos, con los míos ya empañados-me...prometiste que me dejarías ir con Clara y su familia la primera semana de vacaciones a su casa de la Sierra...- lo ultimo lo solté rápido para no romper a llorar.
-Tu padre quiere irse ya...- dijo mi madre justificándose.
-Pero... una promesa es una promesa...- no quería llorar, no delante de mi madre, mi hermano me abrazó y no pude evitar romper a llorar entonces.
-Voy a hablar con tu padre...- dijo con una voz cortada, en la que se podía apreciar el dolor por vernos así, no era la primera vez que pasábamos por algo así, hace unos 4 años fue mi hermano Andrés el que decidió dejar de deambular por el mundo y antes de que yo naciera mi hermano Miguel ya no vivía con nosotros, es un modo de vida que cansa y especialmente a nosotros que no lo elegimos. Se levantó y salió de la cocina.
-¿Qué piensas hacer tú?- pregunté a mi hermano a la vez que me separaba un poco de él. Él me tendió los brazos para que me sentara en sus piernas, yo lo hice encantada y lo volví a abrazar.
-Me quedaré un tiempo por aquí ahorrando dinero y luego me gustaría conocer la ciudad donde nací...
-¿Dónde naciste?- preguntó Elisa, esta era muy despistada y olvidaba estas cosas pues al fin y al cabo casi ninguno habíamos estado más de un año donde habíamos nacido. Yo era brasileña, pero no conocía Brasil, todos habíamos nacido en un sitio distinto, Miguel en Milán, Andrés en Florida,... pero apenas hablábamos de ello.
-En París, estuve solo 10 meses y he visto en Internet que es precioso, además, me gustaría aprender francés  puede que  me quede allí y así me podréis venir a ver- dijo sonriendo.
-La verdad, es que a mí también me gustaría conocer Toronto.- dijo Elisa mirando por la ventana.
-¿Y a ti, Ana, te gustaría conocer Río de Janeiro?- me preguntó Javi.
-No sé, me da igual, apenas estuve un mes, tengo tantas ganas de conocerlo como de conocer Toronto o París o...
-Chicos, ¿nos dejáis a solas con Ana?- interrumpió mi padre, mis hermanos se levantaron sin decir ni una palabra y se fueron.- Ana, no me apetece mucho que vayas a la Sierra...
-¡Pero...
-Pero es verdad que si tu madre te lo ha prometido... una promesa no se puede romper...
-¡GRACIAS!

Los últimos días de clase fueron un autentico caos en casa, como en cada mudanza, todo estaba lleno de cajas, montañas y montañas de cajas con los nombres de los propietarios, los muebles estaban siendo tapados con sabanas, la nevera cada vez tenía menos cosas, al igual que los armarios y las estanterías, poco a poco todas nuestras cosas iban siendo empaquetadas. Finalmente mi familia se iría el día previsto, luego Javi me vendría a buscar a casa de Clara y me mandaría en avión hasta mi nuevo hogar.

Por fin arrancó el coche del Padre de Clara, tenía muchísimas ganas de llegar, eran mis primeras vacaciones con una amiga. Cuando llegamos me quedé impresionada, era una casa enorme y preciosa, con la fachada roja y los marcos de las ventanas blancos, con dos pisos y un gran jardín bordeado por un espeso y oscuro bosque, no recordaba haber conocido algo que no fuesen ciudades. Era realmente indescriptible.
-¿Te gusta?- me preguntó Clara.
-Me encanta, es preciosa la casa y el paisaje es...alucinante...
-No sé...
-Sí, no conozco nada tan precioso como ese bosque...- la mirada se me perdía a través de los altos árboles, me embaucaba el olor a pino y el intenso color verde perforaba mis pupilas y era incapaz de apartar la mirada.
-¿Nunca has visto un bosque?- preguntó la madre de Clara, claramente sorprendida.
-¿Cuenta Central Park o el Retiro?- dije con una media sonrisa consiguiendo apartar la mirada del bosque, la madre de Clara me devolvió la sonrisa.- A mis padres creo que no les gusta la naturaleza, he vivido en muchos sitios distintos pero todos lejos de los bosques.
Sacamos las maletas del coche y las subimos a la habitación de Clara, al entrar en la habitación no pude evitar sonreír al ver las fotos y los juguetes de mi amiga, era una habitación con historia  en el marco de la puerta había marcas de altura, se notaba que llevaba veraneando allí toda la vida. No como yo que cada año o menos tenía que embalar todo para irme a otro lado, ya ni nos molestábamos en adornar mucho las paredes y estanterías, todo tenía que estar listo para marcharnos, al menos yo guardaba todos mis recuerdos en una caja debajo de mi cama, siempre lista para salir corriendo. Cuando terminamos, bajamos a la cocina donde los padres de Clara hablaban animadamente con un chico de unos 15 años de piel muy blanca, ojos azules y pelo rubio muy clarito, en cuanto entramos en la habitación el chico se giró y nuestras miradas se encontraron, algo en sus ojos me hizo desconfiar de él, algo en mi interior empezó a arder y mis puños se apretaron inconscientemente.
-¡Hola Marcos!-grito Clara a la vez que corría hacia él. El chico apartó la mirada y Clara se arrojó a sus brazos.
-Hola Clarita- dijo Marcos sonriendo a la vez que la abrazaba y la levantaba del suelo.- ¿me has echado de menos?
-Siii muchísimo- contestó mi amiga sin apartar la mirada de los ojos del chico, yo no pude evitar carraspear- Ah sí, Marcos esta es mi amiga Ana- se giró a mí y añadió- Ana este es Marcos, mi mejor amigo...

Uno de los últimos días los padres de Clara organizaron una excursión, era un día muy soleado y caluroso, Marcos no iba a venir y eso me hizo empezar la excursión con entusiasmo, pues Marcos no se había separado de nosotras ni un minuto en todo el tiempo que llevábamos allí. A las 12 de la mañana ya estábamos atravesando la primera hilera de árboles que bordeaban la casa, fuimos hablando, riendo, cantando y en algo más que una hora llegamos a un lago bastante más grande de lo que yo me imaginaba, colocamos las bolsas bajo un árbol y nosotros cuatro nos sentamos en unas rocas cercanas a la orilla. Clara y yo no fuimos capaces de aguantar ni media hora bajo el sol, nos bañamos durante el resto de la mañana, el agua estaba helada, especialmente para mí ya que mi temperatura corporal suele rondar los 37-38ºC, aún así, era un gusto bañarse en un agua tan cristalina y natural. Después de comer seguía hambrienta con tanta actividad que habíamos realizado por la mañana, pero me dio vergüenza  decírselo a los padres de Clara, estos y Clara estaban disponiéndose para dormirse la siesta.
-¿Os importa que vaya a dar un paseo por los alrededores?- pregunté cortésmente a los padres, los cuales movieron la cabeza a modo de respuesta.
Ya estaba seca pero no me vestí, me puse las zapatillas y me introduje por el espeso bosque, cuanto más rodeada estaba de árboles más feliz, relajada y cómoda me sentía, era como si formase parte de algo, apenas se oían ruidos, solo algunos pájaros cantando o las delicadas patas de algún animalillo rozando la corteza o las hojas de los árboles. Seguí paseando hasta que algo me hizo parar en seco, no sabía lo que era, no podía ver nada extraño pero mi cuerpo se puso en tensión a la espera de lo que fuese, a los pocos segundos de detrás de una gran roca aparecieron 3 lobos totalmente blancos con las mandíbulas apretadas caminando lentamente hacia mí , mi cuerpo se tensó aún más, un fuego recorrió toda mi espalda, estaban dispuestos a matarme, mis piernas no reaccionaban, estaban clavadas en la tierra, mi corazón se aceleró, me había alejado demasiado del lago como para gritar y que me escucharan. Se acabó, los lobos estaban a un salto de abalanzarse sobre mí, me iban a atacar, pero yo no aparté la mirada, les estaba desafiando.
-¡ANA!- la voz de Clara atravesó los árboles y los 3 lobos se quedaron quietos, dos de ellos dieron media vuelta y salieron corriendo, pero uno se quedó unos segundos más, me gruñó y se fue, yo seguía medio paralizada debido a la tensión, creo que incluso tenía la espalda encorvada, mi cuerpo no se relajaba, mis puños seguían cerrados y estuve así, quieta hasta que una mano helada me agarró del hombro y me giró, era Marcos, al verle le aparté y salí corriendo hacia el lago donde estaban los padres de Clara con cara de preocupación.
-Lo siento, me perdí.